Pasar una cuarentena en Turquía, fue algo que nunca imaginamos
Es una premisa muy personal, pero la realidad es que vivir una cuarentena no fue algo que imaginó nadie en ningún lugar en el mundo. Con este acontecimiento nos dimos cuenta de lo vulnerables que somos, sin importar raza, religión, posición política ni mucho menos posición de poder.
Todos somos víctimas por igual, lo único que cambia es que unos tienen mejores posibilidades de atención que otros por su posición financiera, pero en una situación en la que la enfermedad no tiene cura específica, ni el dinero puede alterar los designios de la naturaleza, independientemente de que haya sido un error humano (cosa que aún no esta muy clara).
Cuando la espera te hace acabar con las uñas
Como lo comentaba en el post anterior, que si llegaste aquí y no sabes cuál es, te lo regalo aquí en este link. Explicaba la situación por la que pasamos durante 5 horas mientras mi host aquí en Turquía iba a hacerse los exámenes para saber si su encuentro con un paciente positivo para covid-19 lo había contagiado.
Afortunadamente luego de 5 largas horas de espera, de 500 teorías de posibles soluciones (si daba positiva la prueba), de todas las uñas fuera de los dedos y de incluso despedirme de mi comunidad en redes sociales (ustedes no se dieron cuenta pero esa fue la intensión en esta publicación):
Finalmente llegó la hora, lo más chistoso es que le escribimos al host y el ¡nos dejó en zozobra por unos minutos!, pero bueno, fue negativo porque de lo contrario ya se fuesen enterado que tuve coronavirus pero hasta al día de hoy, hemos sido súper cautelosos por el hecho de vivir con un médico en casa y que este tenga que salir casi todos los días a ver al coronavirus cara a cara.
Perdiendo la cordura y la compostura
Ya era definitivo, estábamos en cuarentena, y quiero contarles que para mi fue todo un desafío (para todos en el mundo de hecho). Todos los que ahora mismo están lejos de casa pueden entenderme. Estar encerrados en un apartamento en el piso 8 de un edifico ubicado estratégicamente frente a una mesquita donde 5 veces al día un hombre comienza a hacer alabanzas a Allah, por un megáfono que hace que se escuche dentro de casa como parte de las costumbres de la religión musulmana. Créanme cuando les digo que no ha sido fácil, yo respeto las creencias de las demás personas en todos los sentidos pero de los choques culturales con Turquía y su religión hablaremos más adelante (si les interesa).
Jose Miguel y yo de los 4 años de novios que tenemos juntos, solo nos hemos separado 1 vez y por causas ultraimportantes (si esta palabra no existe, pues la acabo de crear), de resto siempre hemos estado 24/7 bajo el mismo techo. Sin embargo, una cosa es estar juntos y otra es estar revueltos. Al principio fue muy duro para mi. La ansiedad y el estrés me hicieron sentirme sola porque no tenía con quien hablar. Entonces no era que peleábamos pero, yo estaba sensible y que José Miguel no quisiera escucharme porque ciertamente tenía que trabajar, me hacía sentirme triste y sola.
Pero no era su culpa, yo estaba intentando llenar mi vacío (la falta de mis amigos, de salir, de divertirme, de mi familia) con su atención. Fue entonces cuando retome mi canal de YouTube y comencé nuevamente a crear contenido para entretenerme. También creé un reto de escritura en mi Instagram en donde cada día compartía con todos los del reto y los que formaron parte, saben que todos esos días nos manteníamos conectados. Pero justo antes de casi finalizar el reto, la nación del fuego atacó y los dolores de lumbago se vinieron a mí.